¡El reloj
suena y lo atiendo, al otro lado de la llamada hay alguien que sí esta
despierto. Estoy yo, anoche, antes de dormirme. A través del reloj me maldigo
por haber cometido la idiotez de intentar despertarme tan temprano. ¡Qué me
habré creído?! ¡Acaso pienso que soy el
dueño de mi vida futura?! Acaso pienso
que mañana no tendré derecho a mandarme al diablo y seguir durmiendo?
!Oye tú, al otro lado
del reloj! escucha esto: ¡¡Me paro cuando me da la gana!! Ningún borracho que
llega a las tres de la mañana puede obligarme a pararme a las seis. Me importa
lo mismo que un millón de lombrices, lo que tú tengas que hacer hoy. ¡Y te
agradezco que me prestes atención cuando te estoy hablando!
El que estaba al otro
lado me ha dejado hablando solo y se ha dormido. Parece que no me presta la más
mínima atención. De este lado, me decido a colgar el reloj. Colérico me maldigo
de nuevo y, cargado aun de sueño, pongo mi primer pie fuera de la cama,
mientras me repito, como cada mañana, que estoy demasiado enojado para seguir
durmiendo.
Un texto por Gabriel Campos
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