jueves, 21 de enero de 2016
miércoles, 20 de enero de 2016
Hasta que la muerte nos separe
A veces, cuando conversamos, siento unas ganas enormes de decirte que soy otro, y probar si de tanto no oírme y no verme, te olvidaste de mi voz y de mi rostro, y en medio de la confusión tratar de empezar de nuevo, en una relación que seguramente llegará a este mismo punto, pero que quizá nos refresque con un sorbo de felicidad. Otras veces, hago el ejercicio contrario, y pienso con fuerza que eres otra, que descubro tu voz y tu rostro, y empiezo de nuevo. Nuevamente te oigo y nuevamente te veo, a pesar de que tú sigues sorda y ciega. Otras veces, como hoy, logro comprender que nuestra luz esta atrapada dentro de un bombillo quemado. Y observo como nos llueve los viernes, y cómo a nuestra cama llega el mes que viene después de primavera. Con una sola esperanza: La de que cualquier sábado de estos encontremos (Ojalá que no sea bajo las hojas secas de un sauce de cementerio), esa nueva vida, que no dejaremos atrapar por ningún bombillo cobarde.
Un tal Gabriel
Un texto por Gabriel Campos
© todos los derechos reservados
Etiquetas:
amor,
autor,
desamor,
frases,
hasta que la muerte,
literatura,
nos separe,
poesia,
poeta,
textos,
un_tal_gabriel,
un-tal-gabriel,
untalgabriel
viernes, 15 de enero de 2016
La lluvia
No llueve. Es extraño, pero a veces
aunque no llueva llega la tristeza. En estos casos llega sin paraguas. No tiene
que esperar secarse en la entrada, así que pasa rápidamente. Se sienta y mira a
su alrededor como si nunca hubiera venido. Llega sin catarro, hablando con
tanta claridad que apenas se le reconoce. Pero no es sólo por su voz que se le
nota diferente. Se le ve más alta y radiante. Es como si estando seca aumentara
un par de centímetros, o como si durante ese tiempo en el que permaneció lejos,
la vida, también a ella, la hubiera tratado de maravilla.
Más tarde, ya terminada su
espectacular entrada, tú caes en cuenta. Ahí está ella, sentada junto a ti. Tan
grandota que casi te produce miedo. Tan preciosa que casi se te escapa un
cumplido. Y de pronto tú, con un coraje que no entiendes, la interrogas con una
mirada. Y ella te responde con un gesto la pregunta que le hiciste sin
palabras: “Sí, realmente soy yo, pero no te preocupes, sólo pasaba por aquí, hacía
mucho calor afuera y se me ocurrió que tal vez podrías ofrecerme algo de
tomar”. Y tú te haces el sorprendido, como debe ser, a pesar de que sientes
como si en este momento tan absurdo, en el que no llueve, la hubieras estado
esperando.
Entre ella que mira y reconoce y tú
que miras y especulas, pasan apenas algunos segundos. Pero pasan tal y como se
espera que pasen en estos momentos: como si fueran horas. Luego ella, sin dejar
de mirarte ni un momento, cambia la expresión en su rostro. Ahora está como
esperando que le hables. Tú piensas en decirle que te agrada verla pero no lo
haces. Eso puede no gustarle mucho, y en el fondo no quieres ofenderla. Le
ofreces vino y ella acepta. Después de un par de copas todo es diferente, hasta
te atreves a contarle de tus últimas alegrías y casi ríen juntos. De pronto, en
medio de la conversación, y sin que nadie se de cuenta, ha empezado a
llover.
Le
ofreces otra copa de vino y ella la rechaza alegando que no piensa excederse
con el licor, y concluye diciendo “no vaya a ser que terminemos amaneciendo
juntos”. Sin embargo, tú sigues tomando mientras la lluvia arrecia, y con una
botella de vino que está cada vez más vacía, la conversación se va haciendo más
incoherente, y ella se va haciendo más guapa. No estás seguro si es por causa
del alcohol, pero en ese momento jurarías que nunca te ha gustado tanto tu
tristeza. Así que, absolutamente ebrio, te llenas de valor y le pides que se
quede, mientras ella te quita la ropa y te ayuda a acostarte. Ella te regala
como respuesta una de esas sonrisas que se dan los amantes cuando quieren decir
que tal vez mañana. Luego te hace un guiño, se despide como si no fuera a
volver nunca, y se marcha bajo la lluvia. Es extraño, pero a veces aunque
llueva nos deja la tristeza.
Un texto por Gabriel Campos
© todos los derechos reservados
Etiquetas:
frases,
la lluvia,
literatura,
poesia,
poeta,
textos,
un_tal_gabriel,
untalgabriel
Al otro lado del Reloj
¡El reloj
suena y lo atiendo, al otro lado de la llamada hay alguien que sí esta
despierto. Estoy yo, anoche, antes de dormirme. A través del reloj me maldigo
por haber cometido la idiotez de intentar despertarme tan temprano. ¡Qué me
habré creído?! ¡Acaso pienso que soy el
dueño de mi vida futura?! Acaso pienso
que mañana no tendré derecho a mandarme al diablo y seguir durmiendo?
!Oye tú, al otro lado
del reloj! escucha esto: ¡¡Me paro cuando me da la gana!! Ningún borracho que
llega a las tres de la mañana puede obligarme a pararme a las seis. Me importa
lo mismo que un millón de lombrices, lo que tú tengas que hacer hoy. ¡Y te
agradezco que me prestes atención cuando te estoy hablando!
El que estaba al otro
lado me ha dejado hablando solo y se ha dormido. Parece que no me presta la más
mínima atención. De este lado, me decido a colgar el reloj. Colérico me maldigo
de nuevo y, cargado aun de sueño, pongo mi primer pie fuera de la cama,
mientras me repito, como cada mañana, que estoy demasiado enojado para seguir
durmiendo.
Un texto por Gabriel Campos
© todos los derechos reservados
No deberian existir
Es verdad que existen esos días que no
deberían existir. Días que llegan como todos. Entran por la ventana de tu
cuarto y pasan desapercibidos. Empiezan siendo casi como cualquier otro día. Se
paran de la cama, se lavan los dientes, desayunan y hasta leen el diario, como
días normales.
Sin embargo, no pasa demasiado tiempo antes de que esos días empiecen a revelarse. Tal vez de manera brusca o tal vez no, pero se hacen notar. Comenzarán pisándote un pié o algo. Luego esconderán tu corbata preferida o quizá descompondrán tu auto. Pero no se detendrán allí. Tú sabes hasta donde llegan esos días de los que te hablo. Esos días van a golpearte bajo, justo donde no esta permitido golpear. No tienen escrúpulos. Van a golpearte vez tras vez y precisamente donde vean que te duele, es donde van a golpearte de nuevo. Lo harán hasta tenerte de rodillas, tan vencido, que ni siquiera suplicaras que te dejen en paz. Por el contrarío abrirás los brazos y los ojos, y por ellos sabremos del recibimiento que merece tu impotencia. Esos días van a estafarte. Van a comprarte todo lo que tienes y te pagarán con billetes de falsa esperanza. Y no hará falta más que un día de esos para que logres conocerle hasta los lunares a la soledad. Pero no la del hombre, que esa no les basta. Van a hacerte conocer la soledad de ellos, que no tienen anocheceres que los quieran, ni amaneceres que no les teman.
Te hablo de esos días que saben que no deberían existir. Esos que se odian tanto a sí mismos que casi se revientan, contigo adentro. Y ay de ti que no eres día, ni noche, ni amanecer, sino hombre. Ay de ti que tienes madre o esposa o hijos, porque el día también los golpeará. Ay de ti que ese día querrás dormirte antes, y ya en la cama te acordarás de mí y me preguntarás si por casualidad mañana él seguirá allí. Y yo que te responderé con la verdad de lo que he vivido: al día siguiente, te levantarás temeroso de tus pies, pero esta vez el día tendrá cuidado de no pisarlos. Irás a vestirte y tu corbata de la suerte estará frente a ti. Te la pondrás rápidamente. El mecánico llegará temprano. El auto sólo tenía un cable suelto y encenderá maravillosamente. Luego, ya con menos miedo, te atreverás a volver el rostro para verlo. Allí estará el día, mirándote con su sonrisa inexplicable, hablándote al oído, casi como aupándote a empezar de nuevo. Tú le devolverás la sonrisa sin saber si le sonríes a él o sólo lo haces de felicidad, al darte cuenta de que es otro. Cerrarás tus ojos y sentirás un gran alivio. Pensarás un poco en aquel día que pasó y te provocará escupirlo y gritarle ¡Sobreviví!. Pero no lo harás porque desde el fondo de tu estomago sabes que tal vez mañana o pasado otro vendrá, y un tiempo después tal vez otro, hasta que finalmente llegué el invencible. Es verdad, existen esos días que no deberían existir.
Sin embargo, no pasa demasiado tiempo antes de que esos días empiecen a revelarse. Tal vez de manera brusca o tal vez no, pero se hacen notar. Comenzarán pisándote un pié o algo. Luego esconderán tu corbata preferida o quizá descompondrán tu auto. Pero no se detendrán allí. Tú sabes hasta donde llegan esos días de los que te hablo. Esos días van a golpearte bajo, justo donde no esta permitido golpear. No tienen escrúpulos. Van a golpearte vez tras vez y precisamente donde vean que te duele, es donde van a golpearte de nuevo. Lo harán hasta tenerte de rodillas, tan vencido, que ni siquiera suplicaras que te dejen en paz. Por el contrarío abrirás los brazos y los ojos, y por ellos sabremos del recibimiento que merece tu impotencia. Esos días van a estafarte. Van a comprarte todo lo que tienes y te pagarán con billetes de falsa esperanza. Y no hará falta más que un día de esos para que logres conocerle hasta los lunares a la soledad. Pero no la del hombre, que esa no les basta. Van a hacerte conocer la soledad de ellos, que no tienen anocheceres que los quieran, ni amaneceres que no les teman.
Te hablo de esos días que saben que no deberían existir. Esos que se odian tanto a sí mismos que casi se revientan, contigo adentro. Y ay de ti que no eres día, ni noche, ni amanecer, sino hombre. Ay de ti que tienes madre o esposa o hijos, porque el día también los golpeará. Ay de ti que ese día querrás dormirte antes, y ya en la cama te acordarás de mí y me preguntarás si por casualidad mañana él seguirá allí. Y yo que te responderé con la verdad de lo que he vivido: al día siguiente, te levantarás temeroso de tus pies, pero esta vez el día tendrá cuidado de no pisarlos. Irás a vestirte y tu corbata de la suerte estará frente a ti. Te la pondrás rápidamente. El mecánico llegará temprano. El auto sólo tenía un cable suelto y encenderá maravillosamente. Luego, ya con menos miedo, te atreverás a volver el rostro para verlo. Allí estará el día, mirándote con su sonrisa inexplicable, hablándote al oído, casi como aupándote a empezar de nuevo. Tú le devolverás la sonrisa sin saber si le sonríes a él o sólo lo haces de felicidad, al darte cuenta de que es otro. Cerrarás tus ojos y sentirás un gran alivio. Pensarás un poco en aquel día que pasó y te provocará escupirlo y gritarle ¡Sobreviví!. Pero no lo harás porque desde el fondo de tu estomago sabes que tal vez mañana o pasado otro vendrá, y un tiempo después tal vez otro, hasta que finalmente llegué el invencible. Es verdad, existen esos días que no deberían existir.
Un texto por Gabriel Campos
© todos los derechos reservados
Lo merezco
Supongo,
que hay mañanas
que lloran aunque haga mucho sol
que a veces
las tardes se hacen las sordas y pasan sin mirar
supongo que
es normal que las noches se oculten en su oscuridad.
Supongo,
que siempre
hay algo de injusticia en el azar
que realmente
estás más hermosa, culpa de dios y su infinita maldad
y más lejos
de mi alcance, culpa del camino y su otra mitad.
Supongo,
que por mucho
que uno grite, a otro no le dan ganas de gritar
que seguirás
muda hasta que ya no puedas más
y yo seguiré
buscando esa palabra que te logre quebrar.
Supongo,
Que a veces
se juega, pero no se quiere jugar
que sueñas
conmigo, más luego despiertas y te vas
supongo que
es así, que me lo merezco, es verdad.
Un tal Gabriel
Un texto por Gabriel Campos
© todos los derechos reservados
Un tal Gabriel
Un texto por Gabriel Campos
© todos los derechos reservados
Mientras Dormias
Etiquetas:
amor,
autor,
bajo la almohada,
dormias,
frases,
la verdad,
literatura,
mientras,
nota,
poesia,
poeta,
textos,
un_tal_gabriel,
un-tal-gabriel,
untalgabriel
Jurao!
Etiquetas:
amor,
autor,
frases,
jurao,
literatura,
poesia,
poeta,
textos,
un_tal_gabriel,
un-tal-gabriel,
untalgabriel
jueves, 14 de enero de 2016
Geografia
Una carretera muy larga que da a otra
carretera se pregunta ¿a dónde llegará esta carretera? y esta nueva carretera, que da a otra más
larga aun, se pregunta ¿a dónde llegará? así hasta que alguna se acaba a
orillas del mar, y se pregunta ¿la primera carretera, de donde vendrá? Mientras
allí, al final de las carreteras, un grano de arena se pregunta ¿cuántos granos
de arena habrá sobre él? y el grano de arena que lo pisa se pregunta ¿cuántos
habrá sobre él? y el que pisa a este se pregunta lo mismo, así hasta el último
grano, el que está en la superficie, que se pregunta ¿cuántos habrá debajo? Y
de pronto una ola. Una ola que deja a los de abajo arriba y a los de arriba
aturdidos. Una ola, que es perseguida por otra ola, que a su vez es perseguida
por olas que persiguen y son perseguidas por olas, que no saben ¿cuántas vienen
detrás? Después de la última ola viene
el viento. El viento que viene cuando debería ir, pues a pesar de que es muy
bueno multiplicando olas, nunca ha entendido nada de geografía. Más allá del
viento y frente a la primera carretera, sigues estando tú. Entre un punto y el otro solo tu recuerdo, y quien
sabe cuántos de mis pasos.
Un tal Gabriel
Enamorarse En Invierno
Etiquetas:
autor,
enamorarse,
frases,
invierno,
literatura,
lunes,
poesia,
poeta,
sabado,
textos,
un_tal_gabriel,
un-tal-gabriel,
untalgabriel,
viernes
#QueCulpaTengoYo
Etiquetas:
amor,
autor,
culpa,
frases,
poesia,
poeta,
que,
QueculpaTengoYo,
tengo,
un_tal_gabriel,
un-tal-gabriel,
untalgabriel,
yo
#YPorQueNo
¿Y por que no?
Una
noche bien podría ser otra ¿y por qué no?
al
fin y al cabo, con tanta oscuridad ¿quién puede verlas bien?
Tal
vez esa noche que ves hoy efectivamente la has visto antes,
pues
es la noche sustituta de las noches:
la
que llega cuando alguna otra se queda dormida o algo.
Una
noche bien podría ser varias noches ¿y por que no?
Al
fin y al cabo, con tanta oscuridad ¿quién puede contarlas?
¿Quién
dice que una noche siempre viene sola?
Puede
que a veces un grupo de noches
se
reúna frente a nosotros y no nos demos cuenta.
Una
noche bien podría no haber noche ¿y por que no?
al
fin y al cabo, con tanta oscuridad ¿Quien se va a enterar?
-Un tal Gabriel
Un texto por Gabriel Campos
© todos los derechos reservados
Suscribirse a:
Entradas (Atom)